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lunes, 29 de septiembre de 2014

Los hijos del ‘beat’ Part Three





                 Los hijos del ‘beat’ Part  three



Mientras que Fresh veía Beat Street, Gerard y su hermano Nick oían música electrónica por primera vez en Radio Fantasía. “Luis Forero, uno de los dj de la emisora, tocaba los fines de semana de 8:00 a 12:00. Nos gustó tanto lo que hacía que lo buscamos y nos hicimos amigos. Cada seis meses, Luis traía vinilos de Estados Unidos y le comprábamos algunos”, dice Gerard. Su padre, un ingeniero de sonido, les ayudó a conseguir sus primeras tornamesas, agujas y mixers. Poco a poco, gracias a los vinilos que importaban y a los que conseguían en tiendas como Fame, en Unilago, amasaron una importante colección de la más reciente música, que cada vez se distanciaban más del disco.

                                                                        

                                                                   Dj   fresh


                           
                   

A comienzos de los ochenta empezaba a nacer un nuevo sonido en Estados Unidos. En Belleville, un pueblo al sur de Detroit, Juan Atkins, Derrick May y Kevin Saunderson, tres amigos afroamericanos de clase media, entran en contacto con Kraftwerk y otras bandas electrónicas europeas. Para distanciarse de los ritmos del gueto, se dedican a experimentar con esa música, pero adaptándola al contexto de Detroit, una ciudad industrial, mecánica, ruda, golpeada por la recesión. De sus manos surge el techno. Mientras tanto, en Chicago, del otro lado del lago Michigan, la comunidad negra gay rescata los sonidos del disco y los fusiona en rumbeaderos como The Warehouse y Musicbox con ritmos de batería y con géneros como el funk y el soul, creando el house, un género en el que se extraían las mejores partes de las canciones y se mezclaban para generar la máxima cantidad de energía posible en los clubes

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                                                                                    DJ       Mateuxx

                        
                                             
                                                          Vectorecords 2.0

              Cuando se acaba esa década ya había una nueva cultura musical que se había esparcido por todo el mundo. En 1990 Gerard abre Cinema, una de las primeras discotecas de la escena electrónica bogotana. “Cinema arrancó como un bar gay que combinaba pop británico y dance. Luego, gracias a las sugerencias principalmente de extranjeros, se convirtió en un espacio exclusivamente de electrónica adonde iban a rumbear algunas de las personalidades más importantes de la vida nacional”, asegura. De la nada empiezan a aparecer, no solo en la capital, sino en varias ciudades de Colombia, clubes y establecimientos de house, techno y más adelante trance. 

                                                                       


                                                                 DJ   JayWay
                                                       

  
                            

Mientras tanto, en 1991, Dani Boom, entonces de 15 años, aterriza en Irlanda para estudiar guitarra clásica. Sin embargo, a través de la bbc y de programas de radio se percata de un nuevo sonido que tenía a Inglaterra como epicentro: el acid house, el eslabón entre el house y el techno. Esa música hacía parte de la recién formada escena rave, un movimiento –propulsado por el consumo de éxtasis– que funcionaba como la antítesis de los clubes exclusivos y formales. En vez de cobrar por la entrada y tener listas de invitados, el rave proponía espacios informales de baile, como bodegas desocupadas, bosques o hangares de aeropuertos. Boom entra en contacto directo con esas fiestas en 1994 y con varios amigos decide importar esa escena a Bogotá. “En las fiestas le entregaban a uno el panfleto de la próxima. Era muy underground”, recuerda Gonzalo Rodríguez, programador musical de la franja electrónica de Radiónica.


                                                                            DJ    Alexa

                              
                                                 

 En esa época, a mediados de los noventa, despega y se consolida la carrera musical de los tres: Boom, de la mano de varios colectivos arma rumbas clandestinas en La Candelaria, las faldas de Monserrate y el norte de Bogotá, después funda el Festival Bogotrax y se une a Systema Solar, grupo que mezcla música electrónica con ritmos autóctonos y que ha sido aplaudido internacionalmente; Fresh, con sus mezclas eclécticas, se vuelve un referente tanto en las discotecas como en el mundo del rap bogotano, en el que les mezcla a bandas entonces emergentes como La Etnia y Gotas de Rap. Más adelante incursiona, como Boom, en sonidos colombianos y apadrina a varios break dancers del sur de Bogotá; y Gerard, por su lado, convierte a Cinema en uno de los clubes más importantes de la ciudad y se dedica a traer a dj de talla mundial, como Sasha y Carl Cox.


Cada uno, a su manera, ha sido clave para que hoy la capital sea un referente de la electrónica en América Latina. Al igual que muchos otros personajes, los tres le entregaron su vida a un género que con el paso del tiempo se ha convertido no solo en una escena importante, sino también en una cultura que define, quizá mejor que cualquier otra, nuestra modernidad. “A veces todavía saco los bafles, la tornamesa y me pongo a tocar en la séptima los domingos. Nadie le paga a uno por hacer cultura. Se hace si a uno le gusta. Y de eso se trata”, asegura Fresh, justo antes de salir por el portón verde de su conjunto en el centro de Bogotá.


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